La diarrea es uno de los trastornos más frecuentes en la infancia. Por el hecho de frecuentar colegios y centros recreativos, deportivos, etc. con la costumbre de meterse las manos, los juguetes y todo tipo de objetos en la boca, los niños son muy susceptibles a las infecciones, principalmente a las de tipo vírico que afectan al tracto gastrointestinal.
Además, la diarrea en el niño aparece a menudo acompañada de náuseas y vómitos, y esto hace que aumente el riesgo de deshidratación, especialmente en los niños más pequeños.
La deshidratación puede ser un problema en los niños que tienen dificultad para rehidratarse a causa de una escasa capacidad para tomar líquidos o de una dificultad para retener los que han ingerido.
Por lo tanto, en la diarrea del niño el primer objetivo es compensar la pérdida de líquidos y reducir el riesgo de deshidratación.
ES IMPORTANTE CONSULTAR SIEMPRE AL PEDIATRA, ESPECIALMENTE SI EL NIÑO:
- Tiene fiebre alta
- Lleva algunos días con diarrea
- Vomita y no consigue retener los líquidos
- Orina menos de lo normal (6-8 horas sin orinar o 4-6 horas sin mojar el pañal en los lactantes)
- No quiere beber
- Si hay sangre y moco en las heces o si estas son negruzcas (muy oscuras y grasientas, parecidas al alquitrán)
En caso de diarrea aguda en el lactante alimentado con leche materna, es importante continuar la lactancia y proponer al mismo tiempo pequeños y frecuentes sorbos de soluciones rehidratantes orales.
En el niño de más de un año puede ser útil suspender la alimentación normal durante no más de 4-6 horas, en las que se administrarán soluciones rehidratantes orales en proporción a los líquidos perdidos.
Para incentivar la rehidratación puede ser útil ofrecer al niño zumo de naranja frío, té descafeinado, zumo de manzana diluido y agua de arroz y retomar la alimentación con alimentos sólidos normales de forma gradual.